Lisboa, un paseo por la Ciudad Blanca

Muchas veces para tener una primera perspectiva de la idiosincrasia de un lugar basta con mirarlo desde una cierta altura. Tal es el caso de Lisboa cuya esencia de vieja ciudad imperial, terruño de marinos y grandes escritores, manifiesta su autenticidad ni bien se observan sus antiguas casas decoradas con tonos pastel, el entramado de serpenteantes y empinadas calles adoquinadas, su gran e inmortal puerto y sus siete colinas.

A Lisboa se la conoce como la Ciudad de la Luz por sus largos y soleados días de verano, también se la denomina Ciudad Blanca, debido a la luminosidad que irradia.

Además, la capital portuguesa es popularmente conocida como la ciudad de las siete colinas. São Jorge, São Vicente, São Roque, Santo André, Santa Catarina, Chagas y Sant´Ana, todas visibles desde el río Estuario del Tajo.

En Lisboa hay muchos lugares imprescindibles para conocer. En esta lista totalmente arbitraria mencionaremos lugares que si o si hay que visitar si es tu primer viaje a esta capital europea.

Monasterio de los Jerónimos

A principios del siglo XVI, el rey Manuel I vio reconocida por la Santa Sede su pretensión de mandar erigir allí un gran monasterio, que fue donado a la Orden de los Frailes de San Jerónimo. Punto culminante de la arquitectura manuelina e intrínsecamente ligado a la epopeya de los Descubrimientos, este monasterio es el conjunto monástico portugués más notable de su tiempo y una de las principales iglesias-salón de Europa.

Al contemplar desde el exterior el monasterio destaca la imponente fachada de más de 300 m de longitud.

La construcción comenzó en 1501, se prolongó durante cien años y fue dirigida por un notable conjunto de arquitectos y maestros de obras nacionales y extranjeros. Con un trazado inicial del francés Boytac, la obra fue continuada por otros maestros, en particular, João de Castilho y, ya a mediados del siglo, Diogo de Torralva. Tras la llegada de los portugueses a la India, la corona portuguesa pudo costear el proyecto con fondos procedentes del comercio con Oriente. El rey Manuel I canalizó buena parte de la denominada “Veintena de la Pimienta” (aproximadamente el 5 % de los ingresos procedentes del comercio con África y Oriente, equivalente a 70 kg de oro por año) para financiar los trabajos de construcción.

El gran monumento narra en su muros y en los tesoros que alberga todo el esplendor de la historia de la expansión marítima lusa.

En este monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, merecen destacarse especialmente las fachadas, la iglesia y los claustros. En la fachada Sur se puede admirar el portal elaborado por João de Castilho, en el que las figuras están dispuestas según una jerarquía específica: en la parte inferior, el Infante D. Henrique guarda la entrada, en medio, la Virgen de Belém bendice el monumento y el Arcángel San Gabriel, protector de Portugal, remata el arco. El portal occidental, por el que se entra al espacio sagrado, es una creación de Nicolau Chanterenne. A la izquierda, protegida por San Jerónimo, se encuentra la estatua del rey Manuel, que se considera un retrato fiel y a la derecha, la de la reina D.ª María, su esposa, protegida por San Juan Bautista.

En el interior se puede apreciar la iglesia-salón, obra maestra del manuelino, creación de João de Castillo. Es digno de observar cómo en un audaz trabajo de arquitectura, la hermosa bóveda del crucero no está sostenida por ninguna columna. A la entrada, después del coro bajo, se encuentran los cenotafios del poeta Luís de Camões, autor del poema épico Os Lusíadas y de Vasco da Gama, el comandante en jefe de la armada que puso rumbo a la India en 1497. En las capillas laterales están enterrados los reyes, príncipes e infantes descendientes de Manuel I. En la capilla mayor, reconstituida posteriormente por Jerónimo de Ruão, se encuentran los sepulcros del rey Manuel I, su hijo Juan III y sus esposas. Merece especial mención el sagrario de plata maciza, obra de orfebrería portuguesa de mediados del siglo XVII.

Interior del monasterio de los Jerónimos. Obra cumbre del estilo manuelino portugués, una variación del estilo gótico que imperaba en Europa cuando empezó a edificarse. 

Un centro urbano histórico que se mezcla con la modernidad

Lisboa es una urbe que se divide en barrios encantadores y con mucha personalidad, los más importantes son La Baixa, El Chiado, el Barrio Alto, La Alfama y Belém. Cada uno de ellos con un espíritu único. 

La Baixa es el barrio más céntrico de Lisboa y donde se encuentran la mayor parte de los comercios y entretenimientos de la ciudad.

Además de los barrios tradicionales, en Lisboa encontramos dos zonas más modernas: La Plaza del Marqués de Pombal y sus alrededores y la zona del Parque de las Naciones, construida para la Expo de Lisboa en 1998.

El centro de Lisboa, si hablamos en términos históricos, se articula en torno a la Baixa y las colinas que la rodean. La Baixa, conocida también como Baixa Pombalina (ya que fue el Marqués de Pombal quien se ocupó de su reconstrucción tras el maremoto que la asoló en el siglo XVIII), es la zona más representativa del centro de Lisboa.

La Baixa comienza en el norte en las Plazas del Rossio y Restauradores, se trata de una zona llana entre colinas. Sus calles son rectas en forma de cuadrícula. Una parte de ellas permite el tráfico rodado mientras que otras, entre ellas la principal Rua Augusta, son enteramente peatonales y presentan los suelos de pequeños adoquines blancos y negros típicos de las ciudades de Portugal.

La Baixa es hoy una zona comercial y de hostelería. Allí se pueden encontrar pequeños comercios, sobre todo de textil y algunos dedicados al turismo. También restaurantes y bares, bancos, grandes cadenas de moda y tiendas con recuerdos turísticos. La Rua Augusta es la calle principal de la Baixa. Empieza en el Rossio y concluye en el Arco Triunfal que da acceso a la Plaza del Comercio y al río Tajo.

El Rossio es uno de los principales puntos de encuentro de Lisboa y una de las plazas más populares de la ciudad. Desde allí se puede llegar al Chiado y al Barrio Alto, a la colina donde está situado el Castelo de Sao Jorge y a la popular calle de Portas de Santo Antao, con sus restaurantes y terrazas turísticas.

Junto al Rossio, en un lateral de la plaza, está también el pequeño bar y tienda conocida como A Ginjinha, tradicionalísima en Lisboa por su licor de cerezas.

En la Baixa se encuentra el Elevador de Santa Justa, situado al oeste del barrio, que da acceso al Chiado y al Barrio Alto. Un ascensor de hierro forjado que ha perdido parte de su antiguo papel para comunicar dos barrios del centro de Lisboa, pero que hoy se ha convertido en una de las atracciones turísticas más populares de la zona. Las vistas del centro desde su plataforma más alta son magníficas.

La Plaza del Comercio es una de las grandes estampas del centro de Lisboa. Es una explanada abierta al río Tajo que alberga en los edificios de fachadas amarillas que la rodean las sedes de varios ministerios y que es también el punto de reunión típico de los lisboetas para celebraciones y concentraciones públicas como las del fin de año. Desde allí hay unas excepcionales vistas del río y su orilla sur, a la que se puede cruzar en los barcos que salen de la cercana estación de Terreiro do Paço.

Llegando a la Plaza del Comercio y en dirección a la Rua Augusta, a la izquierda se encuentra la colina donde están el Chiado y el Barrio Alto. A la derecha, otra colina donde se ubican la Catedral y el Castillo de San Jorge, en el barrio de Alfama. El tranvía 28 comunica ambas zonas.

Entre el Castillo y el río se encuentra el barrio de Alfama, denominado cuna del fado de Lisboa. En sus callejuelas pequeñas y retorcidas y casas típicas los visitantes experimentarán el placer de perderse y callejear. Un poco más hacia el este, casi ya junto a la estación de Santa Apolonia, los sábados se puede encontrar una de las peculiaridades lisboetas: el Mercado da Ladra, un mercadillo con todo tipo de objetos nuevos y de segunda mano.

Su caprichoso trazado de calles tortuosas, tan típicas de los barrios históricos medievales, hacen las delicias de los visitantes que se adentran en ellas. Dar un paseo dejándose llevar por el encanto de Alfama, sin rumbo determinado, es una experiencia muy agradable.

A lo largo de la historia, Alfama ha sido lugar de residencia de musulmanes, judíos y cristianos, como nos cuentan los vestigios arquitectónicos de cada comunidad que aún perviven en el barrio, como iglesias, baños o juderías.

Torre de Belem

La Torre de Belém es la postal de la ciudad y no debe quedar fuera de la lista de cosas que hacer en Lisboa. Situada a orillas del río Tajo, ha servido como fortaleza, prisión, aduana y faro. Fue construida hace más de 500 años y sigue siendo una de las atracciones turísticas más visitadas de Portugal.
La Torre de Belém, de estilo manuelino, fue construida entre 1515 y 1519 y es obra de Francisco de Arruda.

Tuvo gran importancia en la Era de los Descubrimientos de Europa. Allí sirvió como fortaleza y como puerto desde donde partieron los exploradores portugueses para establecer el que sería el primer comercio europeo en la historia con China e India. Cuando dejó de servir como defensa de invasores en el estuario del río Tajo se utilizó como prisión. Luego como faro y también como centro de recaudación de impuestos para ingresar en la ciudad.

En 1983 fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
En el interior de la torre los visitantes se encontrarán con 16 ventanas con cañones defensivos. También podrán visitar los fosos y los huecos por los que se tiraba a los prisioneros.
La torre cuenta con cinco pisos y termina en una terraza. Las plantas son, de abajo a arriba, la Sala del Gobernador, la Sala de los Reyes, la Sala de Audiencias, la capilla y la terraza. Se encuentra situada muy cerca del Monasterio de los Jerónimos, por lo que es recomendable combinar ambas visitas.

La Torre de Belém, erigida para conmemorar la expedición de Vasco de Gama, trae a la memoria los grandes descubrimientos marítimos que echaron los cimientos del mundo moderno.

Monumento de los Descubridores

Otro punto turístico que está junto al río Tajo y es uno de los monumentos más históricos con alusión a la navegación portuguesa es el Padrão dos Descobrimentos .

El monumento tiene 56 metros de altura y cuenta con 32 personajes que retratan a navegantes, como el propio Infante Dom Henrique, Bartolomeu Dias, Fernão de Magalhães, Vasco da Gama, Lís de Camões, la reina Filipa de Lencastre, Gil Eanes, el rey Afonso V de Portugal, Pedro Álvares Cabral y tantos otros que forman parte de la historia mundial. Aquellos que quieran subir a la cima del monumento tendrán una vista increíble de Lisboa.

El Padrão dos Descobrimentos, como se le conoce en portugués, fue construido bajo las órdenes del dictador Salazar e inaugurado en 1960 para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique El Navegante.

El palacio Da Pena en Sintra

Sintra es una villa portuguesa cercana a Lisboa que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995. De origen celta, se convirtió desde el siglo XV en residencia vacacional de nobles y monarcas portugueses, debido en buena parte a su entorno natural, muy propicio para practicar la caza.

El Palacio da Pena alberga una rica profusión de estilos que se asemejan mucho al gusto exótico del Romanticismo. Alberga una mezcla de varios estilos arquitectónicos como el neogótico, el neomanuelino, el neorrománico, junto con otros estilos orientales como el neomorisco y el indogótico, la mayoría de los cuales han cobrado protagonismo desde la gran renovación de la década de 1840.

El castillo se construyó con el propósito de servir de residencia de verano del rey. Sin embargo, tras su muerte, el palacio pasó a manos de su segunda esposa, Elisa Hensler, condesa d’Edla, quien posteriormente vendió el palacio al rey Luis. En 1889 fue adquirido por el Estado portugués y posteriormente fue clasificado como monumento nacional y transformado en museo.

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